Venezuela,
rodeado de maravillosas playas.
Venezuela,
un Amazonas pequeño.
Venezuela,
con su Salto Ángel que impone.
Venezuela,
gente amable, risueña y tropical.
Venezuela,
récord de inflación mundial 2014 (100% PIB).
Venezuela,
récord en decrecimiento económico (-7% PIB).
Venezuela,
segundo país con más riesgo.
Y
todo esto con la no-existencia de datos oficiales por parte del
gobierno desde 2011. Venezuela es ahora uno de los países con más
bienes naturales y culturales explotables a nivel mundial; un país
con esperanzas de ser líder. Pero también es un país en el que las
políticas de los últimos años, lo han reducido a cenizas. Y para
entender de cenizas es mejor explicar sus relaciones exteriores e
internacionales en los últimos tiempos.
Si
bien es cierto que desde el 2013, año que es reemplazado Hugo Chávez
del poder ejecutivo, por Nicolás Maduro antiguo canciller y percusor
de la política exterior actual con las relaciones especiales con
Cuba, China, el Alba y Petrocaribe. Se ha pensado que sería quien
blindaría y gestaría una fuerte relación regional con el proyecto
socialista, pero la debilidad carismática y de credibilidad le ha
llevado a una crisis de comunicación y estabilidad de relaciones con
los gobiernos afines y los que no.
Las
políticas de control de Estado involucrada en casi todas las
dimensiones de la vida económica y la política de subsidios
financiados con la renta petrolera, que se ve afectada por la bajada
e inestabilidad de precios, ha hecho que Venezuela tenga el índice
de crecimiento más bajo de Latinoamérica.
Por
su parte la historicidad rentista con lo cual ha vivido Venezuela
desde que es una nación productora de petróleo, no ha generado una
estructura dinámica, y esto ha llevado que en los últimos años de
intervencionismo de Estado, empresas privadas cerraran y otras han
sido nacionalizadas, han potenciado un modelo corrupto y burocrático
dependiente de las importaciones a tal punto que los alimentos
básicos se importan.
Es
cuando la política exterior se ha visto modificada para cubrir las
necesidades básicas, las antiguas fuertes relaciones con Cuba,
Ecuador, Argentina y los países incluidos en el Alba se ven poco
motivados debido a que la nación de mayor renta y que aportaba a
coste monetarios la integración es quien ahora está sumergida en
una profunda crisis, y donde ya ni con el petróleo puede cubrir.
El
“amiguismo” que se gestó con la presidencia de Hugo Chávez,
ahora se ha llevado a cabo por fuertes prestamos económicos con
China y algunos países Árabes, pero siempre con la tilde socialista
o totalitaristas en las formas de gobierno, dando a conocer saldos de
endeudamiento de décadas para saciar algunos meses y mantener una
supuesta figura de “precursor latinoamericano en contra del
intervencionismo imperialista”.
Pero
en sí, ¿qué es ir en contra del intervencionismo imperialista?
según Nicolás Maduro en sus años de canciller, era combatir “la
guerra económica” propuesta por Estados Unidos, una guerra que era
principalmente contra el bloqueo que se le mantenía a la nación
cubana, además de estar involucrado en la estructura de diversas
compañías con fuerte inversión en el país venezolano a lo largo
de los años de la presidencia de Chávez.
Esa
misma línea discursiva se ha mantenido con todas aquellas naciones
que desarrollan relaciones comerciales y políticas en buenos
términos con E.E.U.U., tanto así, que durante los 15 años la línea
discursiva en las relaciones exteriores se ha gestado en un vaivén
de diplomáticos retirados de Colombia, España, Estados Unidos y
Panamá.
Incrementando
su desagrado para los países que den una opinión crítica al modelo
político desarrollado por el ejecutivo de turno, premiando las
relaciones comerciales y el aumento de incumplimientos por los
compromisos adquiridos, los políticos venezolanos han desarrollado
un sinfín de molestias con sus intervenciones, su falta de pagos y
compromisos, han aumentando el riesgo de inversión, acelerando el
desabastecimiento y dando la percepción de un bloqueo económico que
para muchos ha sido impuesto de afuera hacia adentro y para otros
desde adentro.
Pero,
quién invertiría en una nación que a duras penas cumple con los
compromisos económicos nacionales, donde el riesgo de invertir es
uno de los más altos debido a la inseguridad y estabilidad de
relaciones políticas comerciales con los países que le generan la
suficiente liquidez para cumplir con los compromisos a corto plazo.
Además de que las políticas cambiarías dificultan el retorno de
inversión y divisas. Y por si fuera poco, cada vez que el país se
ve afectado económicamente, culpa de su mala gestión a todo factor
externo o país con mejor posición o recuperación económica, sin
asumir las consecuencias.
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Hasta
el próximo artículo y, esta vez, suyas son las conclusiones...
Adriana Arismendi
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